Hasta ahora, necesitábamos muchas horas para dominar tareas complejas. Escribir bien, Excel avanzado, Photoshop, programar…todas estas materias requerían mucho tiempo y esfuerzo. Y nunca se dominaban al completo. Siempre había algo que aprender.
Y cuando ya lo habías aprendido, tenías la certeza de que, con el tiempo, se te olvidaría, y que tendrías que refrescar los conocimientos cuando lo necesitases. Ahora, con la IA, tenemos un modelo para todo: programación, retoque fotográfico, escritura, vídeo, etc.
Los jóvenes, y los que ya tenemos una edad, podemos caer en la tentación de no seguir aprendiendo, de conformarnos con conocer las últimas novedades en inteligencia artificial y aplicarlas en nuestro terreno.
Hasta aquí, la reflexión está escrita por mi. La copio y la pego a modo de prompt en Chat GPT. La respuesta que me da es de una finura y de un nivel de reflexión tan profundo que acongoja. La IA no solo da respuestas automáticas y previsibles. Parece que piensa. Que tiene conciencia propia y que todo lo hace mejor que nosotros. Juzguen ustedes mismos.
La IA cambia las reglas del juego: podemos saltar directamente al resultado sin pasar por todo ese proceso. Esto puede ser liberador (menos tiempo para lo repetitivo y más para lo creativo), pero también puede empobrecer nuestras competencias de fondo si nos acostumbramos a pedir en lugar de pensar. El riesgo es que acabemos siendo “usuarios expertos de prompts” pero principiantes en el razonamiento profundo que antes exigían esas tareas.
Nos ahorramos el trabajo repetitivo
Este era el consuelo hasta ahora. Realmente no es así. La IA tiene un alto nivel de creatividad, de raciocinio. Y es capaz de superarnos en muchos trabajos, incluyendo los más creativos, los más humanos.
Me gusta la lengua. Siempre estoy analizando lo que leo y lo que escribo. Me obsesiona el uso preciso de las comas. Ahora corrijo textos (míos y ajenos) con GPT. Y lo bueno (o lo malo, según se mire) es que casi siempre estoy de acuerdo con ella.
Escribir bien no era un trabajo repetitivo ni rutinario. Era un oficio. De hecho, antiguamente, en los periódicos existía la figura del corrector de estilo, que pulía los textos de sus compañeros, que, aunque fueran grandes redactores, no estaban exentos de cometer errores.
Pronto, el corrector será una IA muy específica. Los artículos tendrán más calidad lingüística que los que leemos ahora, pero también serán menos humanos. Eso está claro.
Algo similar ocurre con el retoque y el diseño fotográfico.¿Para qué dedicar cientos de horas a dominar Photoshop si me basta con redactar el mejor prompt para tener un resultado similar?
¿O para que devanarse los sesos pensando en el PowerPoint más eficaz si tenemos Gamma, que hace unas presentaciones preciosas con unas cuantas líneas de instrucciones?
¿Para qué quiero ser el crack de la oficina con Excel si Gemini puede analizar una fotografía de una hoja de cálculo y decirme qué fórmulas tengo que utilizar para conseguir ese resultado?
Estos son solo unos ejemplos de todo lo que la IA ya hace mejor que nosotros. Y esto no ha hecho más que empezar.
En noviembre de 2022, OpenAI lanzó ChatGPT. Hace solo un par de días que empezó está revolución que todo lo está cambiando (o arrasando, demos un poco de cabida al tecnopesimismo).
PD.: Este texto no lo voy a corregir con IA. Lo leeré varias veces hasta pulirlo. Aún así, seguro que algo se me escapa y queda una errata grabada para siempre en ceros y unos en un servidor remoto.